miércoles, 1 de febrero de 2017

¿Por qué marchamos?

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No se trata sólo de una reacción frente a otro hecho monstruoso, o frente a estadísticas que salen a la luz. Nos mueve una experiencia inenarrable de injusticia estructural de la que ya no puede escapar nuestra conciencia. Nos interpela, nos ahoga, nos hace marchar…

Una mujer muere cada 26 horas en Argentina víctima de violencia machista. Aunque sabemos que no las matan por ser mujeres, lo que nos moviliza es que se las mata por considerarlas su propiedad, por la creencia enraizada, y subconsciente, de vernos como objetos que debemos responder a las expectativas de algún sujeto. La experiencia común de percibir esas expectativas, y esas miradas (obvias o más educadas) sobre nosotras, nos mueve a la marcha.

No se trata sólo de que las mujeres ganen el 30 por ciento menos que los hombres por el mismo trabajo, o que los trabajos que se les reservan siempre son los peor pagos, o que en el 80 por ciento de los hogares argentinos la tarea del cuidado de la casa e hijos continúa recayendo en las mujeres, y no se paga (y cuando se le paga a una trabajadora, se paga por debajo del salario mínimo). 

Cotidiana injusticia

Lo que lastima es la experiencia diaria del jefe menos capacitados que nosotras, del subordinado con derecho a violentarse, de un compañero que tiene el tiempo libre que nunca tendremos, de la naturalización de nuestro doble esfuerzo, de las sutiles y no tan sutiles subestimaciones de nuestras capacidades. 

Marchamos desde ese micro mundo de experiencias cotidianas acumuladas, angustiantes, de las que por mucho tiempo no fuimos conscientes, hasta que un día ya no podemos dejar de verlas.

Marchamos porque el 16 por ciento de nacimientos en Argentina son por embarazos adolescentes (técnicamente, por violaciones), y porque una de las principales causas de muerte materna son 
los abortos en condiciones insalubres. 

Porque desde chicas nos reconocemos en la experiencia del miedo en los espacios públicos, los que nos enseñan que no son para nosotras a ciertas horas de la noche, o cuando están vacíos.

Marchamos porque, como dice esa frase que anda dando vueltas, queremos sentirnos libres, no valientes, camino a casa.

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